16 de septiembre de 2017

CAUCE (Visión en la Playa de San Lorenzo)

I

Cauce, cauce, me interrogas fulminando las preguntas que solicitan el consenso de la ciudad... Hay en la naturaleza un juego que nadie puede soportar, para el que nadie está preparado... Yo lo sé... Yo me disuelvo en tus ojos de sal y gestos contrarios a la identificación con el orden de las llamas... No había supuesto en tu libertad ningún abismo de espesor suficiente como para hacer temblar mi estrella, pero has vuelto como la montaña que jamás se fue... Es difícil mirarte a los ojos. Cauce en la línea final de mi obra, junto a mis estatuas votivas cubiertas por hierba milenaria. Cauce al que se abre también el agua dulce... He dejado respirar a las otras voces, cuya señal desvía hasta lo lejos el óleo de los motores primitivos, aquí desnudos como la monja muerta... Cauce en la osamenta del renglón. Cauce finito a razón de la discordia. El café va directo hacia el mar mientras alguien juega con el fuego al pie del cerro: lágrima de barco... ¿Quién despierta todas estas preguntas? ¿Quién analiza, neurona enferma, la calidad de todos los corazones? Los hermanos... Los hermanos... Cauce en el viento yugular... Mientras tanto, la ceniza vuela, desde donde alcanzo a ver el gesto de los vivos. Yo estoy vivo también, pero el terror acecha en la palabra de la naturaleza, ahora encaminada a mi papel. Recuerdo entonces el esquema sufrido, el glosario de espíritus llamados a la mesa después de las nueve. ¿Quién no conoce el pan cerca de mí? Otras vidas... Yo quiero reconocerme en el bostezo, hasta el sueño sin sueño... Cauce enterrado por kilos de hormigón y civilización demacrada. La alegría existe, te conozco, y cómo vibra entonces todo cuando el frío alcanza los pies desterrados... De preguntarme, fui pregunta. De preguntar, soy todas las preguntas. He llorado todo. Queda la sutil sucesión de volúmenes robados en mi torre verde esmeralda... Se agrieta el cauce que lo sabe todo ante mi indefensión. Si yo lanzara estas tijeras... Ojalá alguien borre la maldad para que lo cruel desista en su intento lascivo... El agua calla el rumbo de las grúas. Tras la noche solitaria nada hay, a no ser que las encías tuertas de los paisajes alterados por la historia nos vuelvan a abandonar en el cauce disuasorio. Cauce, cauce con tímpanos de Dios y niebla suma sin septiembre ni altas crisis idiotas, trae la estampida de la bondad donde la belleza es un accidente... Cauce desmedido sin razón de ser... Mesones dulces, con manteles de rojo desmedido donde es placentero sonreír, para no haber visto nunca un tiburón trizar la boya que no existe... Es la noche, la conocida y despierta, derivando su sol hacia otras tierras. No hay dolor fuera de las dudas, pero cómo avanza la posible sintonía en mi pulmón de abeto, ¡caídas las temperaturas! Soluciones para mi temblor, donde cada suceso sucede abierto a interpretarse, y mis compañeros de viaje desvanecen, de repente, juntos, la unión de nuestras conversaciones... Cauce en el hilo de la genética supuesta para mejores pruebas lentas... Donde la característica añade metal al charco helado: cauce para la maquinaria del viaje... En dianas que aprueban el sol como vicio bizco o círculo extrañado, hora suave para el perfil de los propios, primeros sonajeros, sintiendo que alguien falta en casa... No está roto, el cauce, que percibe, ligero, el choque de las sensaciones... Como cualquier campesino, madera en las sillas duras del cauce... Me arrepiento de haber jugado, de haber trazado lianas de cristal en aquellos amaneceres. Perdón a todo, perdón a todos; perdón mundo, por mi desenvoltura. La magia precipitó las enredaderas locas: arpíos símbolos... ¿Cómo será, entonces, mi vida? ¿De qué tamaño es la mentira para evitarme dolor? Horas muertas siguen a las horas vivas, bohemia de mis veinte años, donde sólo soy conocido por mi gran soledad. Estímulos de plata y arabescos navegan sin dirección, y el fanal de mi turmalina desapareció, triste cauce imprescindible de las hoces donde el grito es preferible a la vida circular... Desolación de la luz, materia que nos aferra, dignamente, a lo real... Como una sílaba apresurada sin taimar, haciendo de las palabras un velo extranjero... Cauce donde se deshace, virgen, y lejos de las palabras, la luz...

II

Me asombra el milagro de Dios, indiscutible, pero el milagro del hombre moderno es igual de poderoso y súbito pese a ser milagro segundo: ¿quién entonces hubiera levantado todos estos colores lentamente...? Desde estos dos milagros se juega la partida. Con los ideales cansados a razón de la moral, la colisión verdadera nos cambia por ejemplos de vida más capaces. Síntesis de cetro y capa, de nube y máquina, así el trozo de veneno dual en la hora neutra, perseguidos cada uno de los animales con silbido de ventana opaca y océano que no dispone la sensibilidad... He vuelto mi atención a lo crispado de la pureza, navegante firme en la medianía del sol, y ya no quiero sino descansar por siempre, abandonadas todas mis ideas donde el cauce encarna dos milagros... Cada polo tiene su vocabulario, barro o aceite, es lo mismo. El canto difiere por su agudeza, a veces más simple que un refrán. Mientras el perro camina por la casa de la moqueta, otro perro ladra en el paseo, ¡sin conocerse! Toda convicción es un eco contrario, una maniobra de desvío hasta la apropiación de su fe por nuestra mente abstraída. Sólo en el rincón disociado se alza la visión, extendiendo el cauce a la realidad imprevista. En esta ecuación, el genio duerme en un cuarto, mientras los vecinos hablan en voz baja para no domesticar lo astuto de su discernimiento. Constante es la marea... Pero el ser humano es, en esencia, disrupción. Otro tipo de lluvia frente a la lluvia natural de los cuentos... Los ingenieros hablan con la historia y las paletas de todos los pintores añaden cauce a la mesa futura, donde, sentado, espera septiembre para alumbrar las dudas mejores, a los fantasmas comunes, piedras... Alguien se ve desde fuera trotando mientras la barra de madera sacude la playa, y estamos cerca de nuestros antepasados... El oratorio descompuesto es sigilo en el alma de las construcciones, que caen juntas susurrando paz... Visiones atestiguan nuestros límites, y yo ya no quiero hablar ni pensar en lo recóndito de la torre, escondite por haber sabido llamar a las cosas con el nombre ya sustituido... El mar agrede a los ilusionistas con su silencio de catedral barroca. Entre las jaulas, el silencio discurre sabio como la primera madre. La oración, mientras tanto, es espuma...

III

No quiero llegar tan lejos y, sin embargo, sé que soy como ellos. Malvados locos, bibliotecarios en el margen del salar: escuchemos juntos la plegaria que funda el roce de los caminos elegidos a la fuerza... Porque del arte no se vuelve sino trastocado por mano de libro doble o visión que nombre desde fuera... Demasiado tarde, poeta. Ya te ha sido enseñada la llave de los conductos donde anillos florecen como velas flotantes... ¿Se vuelve? Y partiré, porque, sin opciones, elegir es falso. Atravesar los pueblos embrujados hasta el faro de fuego, noche anticipada para el cauce fértil de dioses atentos y semblanzas ciegas donde el agua brota desinteresadamente... Se ha escrito todo, se ha dicho hasta la última milésima del tambor verde, para que me calle, para que hable de la eterna letanía de mi canción, dirigida al misterio de mi identidad... Áspera verdad, almena intangible, capitel de palomas diseñadas para la tortura de los reinos plásticos, he aquí el testamento del perdido. ¿Criando a mis hijos, felizmente? Guitarra con boca de hipopótamo en el surtidor del diccionario vacío, visiones de ángeles y mermelada de viento, tus pies deseando fresca hierba... No se hable, no se vuelve, no hay tablero para la dimensión del expulsado, y yo sólo quiero un granero en la montaña... El Todo se advierte algunas veces. Como en este paseo donde queda, resumida, la historia. Hay agua, cielo y barandillas; y paseando se entabla, entre la gente, la comunicación. Lo crítico se advierte después de sentir, en un solo cuerpo, ese Todo; y de ahí nace la respiración. El monje, buen ejemplo, puede navegar ahí, pero no todas las vértebras se vinculan juntas para asumir el peso de la visión en un solo sujeto. Fragmentado, el sueño se disipa como una epifanía colérica, dejándome chanzas, burlas, bromas...:

La humanidad son
estas piedras grises
donde se camina
tan virtuosamente.

Animales e individuos
como largas siluetas
en la tarde enmascarada:
el origen del poder.

No se puede saber
si el sueño es real,
a menos que uno vuele
desde el alto día.

Queda tocar la hierba
con dedos de aguja,
o correr por el paseo
para dormir despertando.

Así, hemos empezado la conclusión. A falta de un lugar favorable desde donde sentirnos seducidos por el blanco pero doble milagro de los hechos, la acción se corrompe en favor de lo que nace aparecido. Cauce donde entonces todas las personas se observan, conscientes ya de la alabanza, agradecidas, y agradecidas, interrumpiéndose el mar por un instante; para encender lo íntimo de los corazones y disolverse en las ventanas de las habitaciones de la ciudad. Sin que se pueda hacer nada, como es lógico, pues aquí, de pie, rezo a la belleza humildemente.

Gijón, 14 de septiembre de 2017